La educación como prioridad en los tiempos de la pandemia

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Si consideramos que la salud es el “estado completo de bienestar físico, mental y social, no solo la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS), la escuela juega un papel fundamental, pues las aulas son el lugar idóneo para desarrollar los autocuidados y la promoción de estilos de vida saludable. También son el lugar idóneo para trabajar con las pequeñas y pequeños la gestión de los pensamientos y de las emociones, donde mejor se crean las relaciones sociales y donde mejor se puede preparar para participar activamente y en igualdad en la sociedad. La escuela es la gran compensadora de las desigualdades, eso lo sabemos bien las/os docentes. Desgraciadamente, las circunstancias que estamos viviendo pueden hacer que eso no sea posible y que, además, se produzca un gran retroceso en muchas de las dinámicas y adquisiciones que se fueron consiguiendo en los centros y que tanto había costado llegar a ellas. Con respecto a las afecciones y enfermedades, en el caso de la COVID-19, si la vuelta a las aulas no se realiza con garantías, podríamos echar abajo los cimientos que sostienen la escuela y la salud.

En las aulas de infantil se requiere apego, educación desde el afecto y el respeto, y espacios de calma. Es por ello que intentamos facilitar pautas de convivencia que propicien la prevención y la reducción de los conflictos; tarea que, en los tiempos que se aproximan, será difícil de articular y de consolidar. En esta etapa, más que en ninguna otra, el desarrollo y el aprendizaje que se realizan son producto de la interacción con el entorno. Como señala un proverbio africano muy utilizado por filósofas/os y pedagogas/os, “para educar a una/un niña/o hace falta una tribu entera”.
Todas/os en las escuelas somos integrantes de la “tribu”, todas/os aprendemos unas/os de otras/os. Aprendemos y aprenden a pensar gracias a esa interacción; gracias a esa vida en sociedad que propician los centros, aprendemos todas y todos a vivir.

La escuela es socialización; todas y todos, desde nuestro puesto en la sociedad, somos responsables de la educación de nuestras niñas y niños.

En estos tiempos, surgen voces a favor de la enseñanza y de la educación en el hogar. Tenemos que señalar que, incluso valorando sus aspectos positivos ( como puede ser la adaptación a los intereses y ritmos de aprendizaje de cada niño/a), la educación exclusivamente en casa no garantiza la socialización que las niñas y los niños necesitan. Por otra parte, hay que valorar si las familias tienen la disposición y la formación necesaria para llevar a cabo esta tarea con la dedicación necesaria.

¿Dónde quedan todos estos aspectos tan fundamentales en los protocolos y planes de la Administración? ¿Cómo va a jugar nuestro alumnado “de forma individual”? ¿Cómo va a aprender a compartir “evitando estar encarado a unha distancia inferior a un metro”?

El protocolo de la Consellería denota el desconocimiento de muchos aspectos del funcionamento interno de los centros y, lo que es más grave, obvia las características psicoevolutivas del alumnado de Educación Infantil y la gran importancia de esta etapa. Las Administraciones se centran más en el carácter asistencial que se nos otorga y en las necesidades laborales de las familias, que en el desarrollo de las/os pequeñas/os. Nuevamente somos los/as grandes invisibles.

En estas circunstancias habríamos necesitado, más que nunca, del consenso entre los diferentes miembros de la comunidad educativa, administración, sindicatos… Y esto en Galicia no se produjo. ¿Por qué no tenemos un documento consensuado como lo tienen, por ejemplo en Valencia? ¿Por qué no se destina a la educación el presupuesto que, para tal efecto, el gobierno central destina a las comunidades autónomas? ¿Por qué en Galicia se contrata a menos docentes que en otras comunidades? ¿Por qué recae tanta responsabilidad en los equipos directivos? ¿Por qué no se contrata personal sanitario? ¿Por qué se organizan equipos COVID sin formación sanitaria ni en riesgos laborales? Además, habría que preguntarse por qué el gobierno central permite que dos semanas antes de que abran los centros haya tantas incertidumbres, o por qué se dejan tantos aspectos importantísimos simplemente en manos de la buena voluntad de las/os docentes. Las preguntas serían innumerables.

Quizás, si la educación fuese una prioridad para las administraciones, no tendríamos que formularlas.

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