PUERTAS QUE SE CIERRAN Y VENTANAS QUE SE ABREN

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Hoy, al mirar el calendario, nos hemos dado cuenta de que está acabando el mes de octubre.
Llevamos casi dos meses de un curso al que llegamos con muchos miedos, dudas y, por qué no decirlo,
enfado.

El primer día de escuela recibimos a las pequeñas y a los pequeños con mucha ilusión pero, al tiempo, preocupadas por cómo gestionar unas aulas en las que queríamos que caminaran y trabajaran de forma respetuosa hacia una mayor libertad, autonomía y autogestión.

Nos negamos a resignarnos y a dar pasos hacia atrás en el plano metodológico. Así que nos sentamos a pensar cuáles eran nuestras opciones y, sobre todo, cuáles serían las necesidades fundamentales de unas niñas y de unos niños con las/os que solo habíamos estado los 6 primeros meses de su escolarización en nuestro centro y que llevaban 6 más confinados/as sin pisar la escuela.

Una de las cosas que teníamos claras era que debíamos contrarrestar las carencias de socialización a las que se habían visto sometidas/os las/os pequeñas/os por lo que, a la hora de organizar los grupos colaborativos estables, decidimos hacerlo por afinidades (conscientes de lo arriesgado del agrupamiento en algunos casos).
Con las meriendas poco pudimos hacer. Ya no era posible que un grupo preparara la fruta para el resto de la clase o que cada persona lavase y secase su plato y su taza. Tuvimos que volver a la fiambrera traída desde casa.

Pero, sin casi ser conscientes, esta nueva situación nos abrió las puertas de la calma, nos ayudó a poner el pie en el freno y fluir con las necesidades e intereses del alumnado, sin comprometernos desde septiembre con proyectos, planes ni secuencias didácticas llenas de tareas por finalizar.

Las asambleas (faladoiros) están creciendo con las confidencias de un alumnado un año mayor del que habíamos dejado, al que no le gusta cortar la charla porque viene el/la especialista del día. La de la mañana nos sigue permitiendo compartir emociones, vivencias, problemas, para los cuales buscamos una solución conjunta, deconstruir estereotipos y reconstruirnos juntas/os. La asamblea final, en la que seguimos revisando cómo fue el día y compartiendo nuestros momentos favoritos, ahora viene acompañada, en un aula, de la música del ukelele y, en la otra, de juegos musicales de tradición oral.
Y, en ambos casos, nos permiten inventar nuevas canciones y juegos.
Sentimos mucho haber tenido que renunciar a iniciativas que nos emocionaban, como la de apadrinamiento/amadrinamiento con el alumnado de 4º de primaria. Cuando llegó el confinamiento, todavía no se habían podido establecer unos vínculos fuertes como para mantener después comunicación telemática. También nos entristeció dar un paso atrás en el trabajo por rincones, renunciando al desplazamiento libre para volver al control semanal grupo-rincón.

Pero, ya que tuvimos que renunciar a todo esto, ¿por qué no apostar por propuestas que favoreciesen la cohesión del grupo, el pensamiento divergente o la creatividad?.
¡Ellas y ellos lo merecen! ¡Nos están a demostrar cada día que son unas campeonas y unos campeones! ¡Hicieron que la vuelta a las aulas haya sido para nosotras muchísimo más fácil!

En próximas entradas os hablaremos más pormenorizadamente de estas propuestas, del teatro, del clown, de la filosofía para niños y niñas…

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